En este artículo Vanesa Aragón, responsable de Calidad de Titania, describe su afición por la música y su interés por las acciones solidarias. Del mismo modo, manifiesta su opinión sobre las actuaciones relacionadas con la responsabilidad social en la empresa.
“Soy bastante cabezota, no paro hasta conseguir lo que persigo, me cuesta controlar mi testarudez”
Si hay una palabra que define a Vanesa Aragón, responsable del Departamento de Calidad de Titania, esa es inquietud. Esta inquietud es la que la lleva a estar siempre dándole vueltas a nuevos proyectos. Aficionada a cantar desde hace muchos años, ahora se ha embarcado en un nuevo proyecto musical centrado en los ritmos de jazz y la bossanova. “Tengo un ukelele, pero la verdad es que apenas practico”, explica, desmintiendo el que considera su defecto más confesable: “Soy bastante cabezota, no paro hasta conseguir lo que persigo, me cuesta controlar mi testarudez”. Inquieta, testaruda pero también muy sensible y comprometida. Un compromiso que viene de años.
Después de licenciarse como ingeniera química en la Universidad de Cádiz, y tras pasar por varias empresas, siempre en responsabilidades relacionadas con la Calidad, tuvo la suerte de obtener una beca del Programa Picasso de la Junta de Andalucía. Dicha beca sufragaba cuatro meses de experiencia en el Reino Unido, y después, otros tantos en un proyecto en España. El proyecto en España era Titania, donde llegó en 2008 y ya no se fue. Pero su experiencia británica resultó muy enriquecedora, y despertó en ella el instinto solidario que había permanecido hasta entonces adormecido. Ya que las prácticas eran en Muslim Aid, una ONG centrada en la asistencia a la población musulmana con necesidades que desarrollaba diversos proyectos, entre ellos varios de infraestructuras para mejorar los sistemas de abastecimiento de aguas en Pakistán. “Fue una experiencia muy enriquecedora -recuerda-, no tanto profesionalmente como, sobre todo, personalmente: me ayudó a desprenderme de los muchos prejuicios que llevaba antes de conocer la cultura musulmana”. La revisión de sus prejuicios culturales fue, de hecho, el mejor aprendizaje que extrajo de aquellos intensos meses.
“Cada vez que puedo, echo un cable. Siempre lo tengo presente, y además intento implicar en todo lo posible a mi entorno”
Y así recaló en Titania, en un momento en que la empresa comenzaba a despegar. “No soy una de las fundadoras de Titania -matiza-, pero sí fui una de las cinco primeras contratadas. Eso me hizo sentirme muy cerca del espíritu fundacional, y sentir a la empresa como parte de mí, vivirla muy intensamente”. De hecho, en sus inicios su labor estaba más orientada a ayudar en cuestiones como la gestión de proveedores o el apoyo a la dirección. Hasta que, muy pronto, su labor se centró en la Calidad. Una labor que define en pocas palabras: “Mantener la calidad de nuestro trabajo y velar por que las cosas se hagan conforme a los requisitos establecidos”.
Durante todos estos años, su inquietud no había decrecido. Y en el año 2016, esta inquietud volvió a encauzarse hacia su vertiente comprometida. En 2015 había arrancado la conocida ya como la gran crisis de los refugiados, una dramática crisis migratoria en las aguas del Mediterráneo sólo comparable a la sufrida después de la Segunda Guerra Mundial. Así que Vanesa decidió dedicar sus vacaciones de verano de aquel año a ayudar en un campamento de refugiados. A través de una ONG griega, Intervolve, viajó a Tesalónica, donde la asociación se dedicaba a distribuir alimentos y productos de primera necesidad a los desplazados. Lo hizo, además, buscándose la vida, contactando con la ONG a través de su página de Facebook. A través de “Bienvenidos refugiados”, un espacio también de Facebook, conoció a Laura, una chica de Madrid, con quien coincidió en el viaje y junto a la que vivió esa inolvidable experiencia. Inolvidable por la vivencia humana que supuso y también por su dureza: “Allí me di cuenta de que nuestros problemas del día a día son una tontería comparado con el drama que supone la huida de familias de conflictos bélicos y de situaciones de extrema violencia”.
“La verdad es que en Titania siempre se vuelcan cuando surge una propuesta solidaria»
Allí también aprendió el verdadero valor de la solidaridad y su gran fundamento, la empatía. “Aunque intentes comprender a la gente y sus circunstancias, cuando éstas son tan duras resulta imposible, porque su sufrimiento y su drama es inconcebible para los que vivimos cómodamente en el Primer Mundo”. En 2017, un año después, intentó repetir la experiencia, pero el campamento de Tesalónica ya había cerrado y la ONG se marcaba otras prioridades. De manera que, sin renunciar a volver a participar en el futuro en algún proyecto similar, ahora intenta ayudar todo lo que le es posible desde aquí. “Cada vez que puedo, echo un cable. Siempre lo tengo presente, y además intento implicar en todo lo posible a mi entorno”. La última experiencia fue, de hecho, hace poco tiempo, en un festival benéfico en Cádiz para favorecer la inserción de colectivos con dificultades donde Vanesa ejerció de voluntaria. “Conseguí que muchos compañeros se apuntaran”, explica.
En Titania, asegura, siempre ha encontrado mucho apoyo. “La verdad es que siempre se vuelcan cuando surge una propuesta solidaria. La propia empresa, con su apoyo a Alma de África, muestra una sensibilidad clara con los problemas sociales de nuestro entorno. Viviendo en Cádiz, una provincia especialmente azotada por problemas como la inmigración o el paro, una no puede más que agradecer formar parte de un proyecto empresarial sensible desde el punto de vista social”.
De cara al futuro, como persona inquieta que es, le gustaría tener más tiempo para hacer más cosas. “Pero las horas del día son las que son”, comenta. Quizá, quién sabe, la escuchemos algún día tocando a la perfección el ukelele.